Tras la liberación de los campos de concentración después de la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas aliadas descubrieron las pesadillescas secuelas del Holocausto. Los campos de los territorios ocupados por los nazis estaban plagados de escenas de asesinatos en masa, sufrimiento y depravación.

Uno de los descubrimientos más inquietantes fue el de Bergen-Belsen, que el ejército británico liberó el 15 de abril de 1945. Una vez más, la horrible realidad del régimen nazi salió a la luz, revelando 13.000 cadáveres y 60.000 prisioneros medio hambrientos en su interior.

Las fuerzas británicas también descubrieron un pequeño número de guardias de las SS que intentaron ocultar su identidad entre los prisioneros.

Entre ellos estaba Johanna Bormann, que se hizo tristemente famosa por su brutalidad con los prisioneros tras los juicios de Belsen.

Los primeros años de Johanna Bormann

Johanna Bormann (también conocida como Juana Bormann) nació en Birkenfeld, Prusia, el 10 de septiembre de 1893. Fue profundamente religiosa en sus primeros años e incluso se dedicó a la labor misionera.

Sus nobles comienzos se tornaron siniestros cuando en marzo de 1938 ingresó en las SS como empleada civil para "ganar más dinero" y comenzó a trabajar en las cocinas de Lichtenberg, uno de los primeros campos de concentración del régimen.

En 1939, Lichtenberg cerró y Bormann fue trasladado junto a 900 prisioneras al campo de concentración de Ravensbrück, cerca de Berlín.

Johanna Bormann con otros guardias de las SS

La comadreja de Auschwitz

A diferencia de muchas otras guardianas famosas por su crueldad durante el Holocausto, Bormann era mayor y había vivido una vida anterior a la llegada de los nazis al poder.

Sirvió como supervisora en Ravensbrück antes de ser trasladada al campo de concentración de Auschwitz (Polonia) a mediados de mayo de 1943.

Bormann fue asignada entonces a la sección de Birkenau del complejo, el principal centro de exterminio del campo. Los prisioneros le pusieron varios apodos, como "la comadreja de Auschwitz" y "la mujer de los perros", debido al trato brutal que dispensaba a los reclusos.

A pesar de su baja estatura, Bormann era conocida por su agresividad y barbarie. Golpeaba y maltrataba regularmente a las prisioneras, sometiéndolas a una inmensa crueldad.

Tras su paso por Auschwitz, Bormann fue trasladada al campo de concentración de Bergen-Belsen, donde continuó su brutal reinado bajo el mando de Josef Kramer, conocido como la "Bestia de Belsen".

Los juicios de Belsen

En los Juicios de Belsen de posguerra, numerosos testimonios de testigos sacaron a la luz los crímenes de Bormann. Se le acusó de ayudar en el proceso de selección de prisioneros para los sádicos experimentos del Dr. Josef Mengele.

También participó en selecciones con el Dr. Fritz Klein, otra figura notoria responsable de decidir el destino de miles de prisioneros.

Una de las acusaciones más inquietantes contra Bormann fue su práctica de soltar a sus perros contra los prisioneros.

Bormann también propinaba duras palizas a los reclusos por diversos motivos y les obligaba a realizar ejercicios agotadores, para golpearles aún más cuando se resistían.

Tras la liberación del campo, Bormann fue detenida y juzgada por sus crímenes de guerra.

Se mantuvo desafiante durante todo el juicio, admitiendo únicamente haber golpeado a los presos para mantener el orden, pero negando su implicación en el proceso de selección y haber lanzado sus perros contra los presos.

A pesar de sus afirmaciones, Bormann fue declarada culpable y condenada a muerte. El 13 de diciembre de 1945 fue ejecutada en la prisión de Hamelin por el famoso verdugo británico Albert Pierrepoint.