Eben Byers fue un acaudalado hombre de negocios estadounidense que se hizo famoso a principios de los años 30 tras ingerir grandes cantidades de Radio o Radithor.

¿Qué es y para qué sirve el radio? Es un elemento radiactivo descubierto en 1898 por Marie Curie y su marido, Pierre.

La historia de Eben Byers es trágica y nos sirve a todos de advertencia sobre los peligros del envenenamiento por radiación.

Eben Byers

¿Quién era Eben Byers?

Eben Byers nació en abril de 1880 en el seno de una familia acomodada. Su origen le brindó muchas oportunidades y pudo graduarse en la Universidad de Yale.

Eben también era un atleta consagrado y ganó muchos campeonatos de golf a principios del siglo XX. Poco después, su padre le nombró presidente de su empresa, Girard Iron Company.

A Eben le iba todo bien en la vida hasta 1927. Entonces, durante uno de sus partidos, se lesionó el brazo y le dolía mucho. Un médico recomendó a Eben que probara el Radithor, un nuevo "remedio milagroso" en aquella época, y que tenía muchos supuestos beneficios.

Eben Byers Golf

El médico le recetó una cucharada pequeña al día para el dolor. Eben disfrutó del alivio del dolor durante un breve periodo de tiempo y, al parecer, se sintió muy bien. Se sintió tan bien que se automedicó y aumentó la dosis rápidamente, tomándose un frasco entero cada vez.

En aquella época, Radithor no estaba regulado, y los funcionarios desconocían los efectos nocivos de la radiación en el cuerpo humano. Pero, por desgracia, Eben se enteraría de su error mortal.

Historia de Radithor

Radithor era una bebida radiactiva que contenía Radio patentada por William J.A. Bailey, un estudiante que abandonó los estudios en Harvard. A principios del siglo XX, se hizo muy popular.

Bailey creó este "remedio universal" disolviendo isótopos radiactivos de radio en agua destilada. Afirmaba que el brebaje curaría la impotencia y otras dolencias.

En aquella época, Bailey ofrecía a los médicos una comisión del 17% por cada dosis prescrita a los pacientes.

El declive de Eben Byers

El magnate del acero confiaba tanto en Radithor que aumentó su dosis bebiendo aproximadamente 1.400 botellas de la bebida durante el tiempo que la consumió.

Además, Eben envió el producto a sus colegas de trabajo y novias para que también pudieran disfrutar de sus ventajas.

Por desgracia, el radio se volvió muy perjudicial, ya que los reguladores pronto se dieron cuenta de que ya estaba haciendo cosas terribles en el cuerpo de Eben.

Tras años bebiendo Radithor, Eben Byers empezó a experimentar graves problemas de salud. Se le empezaron a caer los dientes, tenía problemas para hablar y sentía dolores por todo el cuerpo.

Preocupado por su salud, el ex atleta informó a su médico de una repentina pérdida de peso y dolores de cabeza. Para su consternación, Eben mencionó que no se sentía él mismo y que no se sentía como el joven que solía ser.

Resulta que lo que le ocurría a Eben y a cualquiera que ingiriera Radithor era más horrible de lo que nadie podía imaginar.

Cuando dejó de tomar el suplemento de agua radiactiva, la FDA se dio cuenta de que la radiación no era beneficiosa para el cuerpo humano y provocaba terribles efectos secundarios como el cáncer.

Pronto, los usuarios de Radithor sufrieron "envenenamiento por radio" y diversas enfermedades debidas a la bebida. Cuando Eben dejó de tomar Radithor, había consumido más del triple de la dosis letal de radio.

Los desafortunados resultados del régimen Radithor de Eben

Eben Byers fue uno de los casos más públicos de envenenamiento por radio. A medida que su salud iba empeorando, se convirtió en noticia nacional. La gente estaba fascinada por su historia y seguía todos sus movimientos.

De los notables efectos adversos que el radio tuvo sobre Eben, el peor fue la pérdida de toda la mandíbula inferior y la mayor parte de la superior. Esta afección se conoció como "mandíbula de radio".

Los huesos del resto del cuerpo también se fueron deteriorando, desintegrándose mientras aún vivía. Eben llegó a desarrollar agujeros en el cráneo y abscesos en el cerebro.

Su estado era tan grave que le extirparon quirúrgicamente los tejidos, dejando abierto el orificio de la cabeza. Eben recibió el diagnóstico terminal semanas antes de fallecer.

El magnate del acero estuvo postrado en cama los últimos años y sufrió un lento y doloroso final el 31 de marzo de 1932, a los 51. La autopsia de Eben reveló que su cuerpo estaba lleno de tumores cancerosos y sus huesos eran tan quebradizos que se rompían con facilidad.

La FDA reprime a William Bailey

Aunque el final de Eben Byer fue trágico, sirvió para concienciar sobre los peligros de la radiación.

Tras el fallecimiento de Eben, la FDA finalmente tomó medidas y clausuró William Bailey y su empresa. Incautaron todos sus productos y advirtieron al público de los peligros del Radithor.

A pesar de este desarrollo, las ventas de radio habían funcionado bien para Bailey, por lo que creó otra empresa que vendía productos de radio, como dispositivos que permitían a la gente fabricar su agua radiactiva en casa.

A pesar de la creciente preocupación por los efectos nocivos de los productos basados en la radiación, las empresas siguieron vendiendo productos a base de radio hasta la década de 1980.

Los investigadores exhuman a Eben Byers

En 1965, casi 35 años después del fallecimiento de Eben Byers, investigadores de la Universidad de Pittsburgh exhumaron su cuerpo para estudiar los efectos del radio en los restos humanos.

Durante el estudio, llegaron a la conclusión de que, a pesar del tiempo transcurrido, los restos de Eben seguían siendo altamente radiactivos y peligrosos, por lo que fue una suerte que fuera enterrado en un ataúd revestido de plomo. Por desgracia, es probable que la radiación siga afectando a sus restos durante siglos.

La moraleja es que hay que tener cuidado con lo que se introduce en el organismo, por muy seguro que pueda parecer. Si alguna vez se tienen dudas sobre un suplemento, siempre es mejor consultar primero a un médico o profesional sanitario.

También es esencial estar al día de las últimas investigaciones para asegurarse de que no se está poniendo en peligro sin saberlo.

También es crucial recordar que los "remedios universales" no existen y que si algo parece demasiado bueno para ser verdad, probablemente lo sea.