El legado de Napoleón Bonaparte ocupa un lugar preponderante en la historia. Fue un hombre cuya ambición y destreza militar remodelaron el mapa de Europa y del mundo.

De todas las historias y leyendas que se cuentan sobre él, quizá ninguna sea tan extraña e inesperada como el desafortunado encuentro de Napoleón con unos conejitos.

Napoleón Bonaparte, conquistador de naciones y reputado estratega militar, no tenía miedo a la batalla, pero cuando se enfrentó a un ejército de conejos peludos, el poderoso emperador se encontró con la horma de su zapato.

Sí, ha leído bien: conejos. Es una historia que suena demasiado extraña para ser cierta. Sin embargo, ha sido relatada por historiadores y cronistas de la época, así como por los generales de Napoleón.

¿Cómo acabó el emperador de Francia, un hombre que se enfrentó a ejércitos y planeó la conquista de naciones enteras, recibiendo el ataque de una horda de conejos?

¿Cómo le fue? ¿Salió victorioso? ¿O el resultado fue más parecido al de la tristemente célebre batalla de Waterloo, que le obligó a huir derrotado?

Desde lo absurdo de todo ello hasta las revelaciones sobre el carácter de Napoleón, ésta es sin duda una historia que cautiva y confunde a partes iguales.

¿Planeando una batalla? Napoleón es tu hombre. ¿Planeando un desayuno? No tanto.

De la celebración a la lucha contra los conejos

Napoleón Bonaparte fue un líder militar carismático y brillante. Se le consideraba un estratega y táctico magistral. Ganó numerosas batallas y conquistó gran parte de Europa durante su reinado como Emperador de Francia.

Napoleón sigue siendo una figura fascinante y compleja. Su legado continúa inspirando y desafiando a partes iguales. Sin embargo, hay un aspecto de su legado relacionado con los conejos al que no se presta tanta atención.

En julio de 1807, Napoleón Bonaparte acababa de firmar los Tratados de Tilsit, que ponían fin al conflicto en curso entre Francia y Rusia. El Tratado de Tilsit fue un logro importante en su carrera y marcó el final de uno de los conflictos más difíciles a los que se enfrentó.

Napoleón decidió que le gustaría mucho celebrar este gran logro.

Este tipo de celebraciones eran bastante comunes. La Corte Imperial estaba llena de grandeza y entretenimiento. Había desfiles y funciones cortesanas: siempre ocurría algo para entretener a la élite.

En este caso, Napoleón ordenó a su jefe de estado mayor, Alexandre Berthier, que organizara un almuerzo festivo y una cacería de conejos, lo cual no era inusual, ya que Napoleón era conocido por disfrutar de la caza y el tiro en su tiempo libre.

La cacería estaba bien organizada. Había batidores, pistoleros y cientos de conejos importados especialmente para la ocasión. Lo que comenzó como una cacería aparentemente ordinaria pronto se convirtió en un caos. Se recordaría para siempre como uno de los acontecimientos más extraños de la historia.

Y los conejitos saldrían vencedores.

Comienza la caza

La cacería de conejos de Napoleón comenzó con fanfarrias y preparativos. Berthier, jefe del Estado Mayor de Napoleón, lo organizó todo para que la cacería transcurriera sin contratiempos.

Esto incluía recoger cientos, si no miles, de conejos y enjaularlos en los márgenes de un campo cubierto de hierba.

Imagen de curiousrambler.com

Cuando Napoleón y sus hombres iniciaron la cacería, los conejos fueron liberados de sus jaulas. Sin embargo, Berthier había cometido un error clave, casi imperceptible: los conejos eran mansos, no salvajes.

En lugar de huir por miedo a Napoleón y a los cazadores, los hambrientos y voraces conejos cargaron contra el grupo.

Al principio, parecía una escena cómica. Los conejos les pisaban los talones esperando una comida. Napoleón y sus hombres se reían a carcajadas. Pero los conejos seguían llegando.

Con decenas de conejos asaltando a Napoleón, el ambiente pasó de la diversión a la preocupación.

Napoleón intentó ahuyentarlos con su fusta. Sus hombres cogieron palos e intentaron ahuyentarlos. Los cocheros hicieron chasquear sus látigos para asustar a los conejos. Sin embargo, los conejos no se amilanaron.

Al cabo de un rato, parecía que el grupo había luchado contra suficientes conejos y que la caza podía continuar, pero los conejos estaban lejos de estar acabados.

Conejos: 1, Napoleón: 0

El ataque no se detuvo ahí. La horda de conejos, liberados de sus jaulas, siguió creciendo en número. Había cientos o miles.

Napoleón, en particular, parecía ser su objetivo. A pesar de su apariencia inofensiva, su número abrumó rápidamente al Emperador de Francia.

Los conejos le roían los pies y las piernas, le saltaban a los brazos y los hombros. Entre la enorme multitud de conejos, es probable que casi le tiraran al suelo.

Obligados a huir, Napoleón y sus hombres corrieron hacia sus carruajes, pero los conejos les siguieron.

Se dividieron en dos alas y se abalanzaron por los flancos de la comitiva, dirigiéndose directamente hacia la carroza imperial. Los conejos eran tan numerosos y agresivos que, al parecer, algunos saltaron al interior del carruaje, lo que no dejó a Napoleón más remedio que huir.

El otrora poderoso emperador de Francia, el gran Napoleón Bonaparte, se vio obligado a retirarse apresuradamente de una horda de conejos. Resulta que incluso uno de los mayores conquistadores de la historia puede ser derrotado por pequeñas criaturas esponjosas y amantes de la zanahoria.

Humillación y culpa

En primer lugar, ¿qué hizo que el voraz enjambre de conejos atacara a Napoleón? Bueno, resultó que los conejos, que habían sido comprados a granjeros locales, habían confundido al Emperador con su cuidador, que normalmente les traía lechuga todos los días.

A los pocos segundos de ser liberados de sus jaulas, los conejos, que ya habían pasado su hora de comer, empezaron a correr hacia Napoleón, que se vio obligado a emprender una precipitada y contrariada retirada hacia su carruaje.

Berthier, responsable de la adquisición de los conejos, nunca superó la vergüenza.

Napoleón tampoco se lo permitió. Cuando el emperador disparó por error a uno de sus mariscales en una cacería posterior, obligó a Berthier a asumir la culpa.

Napoleón, sorprendido por el inesperado ataque, salió ileso.

Uno de sus hombres, el general Thiébault, escribió en sus memorias que los conejos "obligaron al conquistador de conquistadores, bastante agotado, a retirarse y dejarles en posesión del campo".

Así, al final del día, Napoleón sufrió su peor derrota hasta Waterloo. Y los conejos salieron victoriosos.

Referencias

Chandler, David. Las campañas de Napoleón Vol. 1. Londres: Weidenfeld & Nicolson, 1995.

Delderfield, R. F. Los mariscales de Napoleón Nueva York: Cooper Square Press, 2002.

Reilly, Lucas: "The Time Napoleon Was Attacked by Rabbits", Mental Floss, 21 de marzo de 2023, //www.mentalfloss.com/article/51364/time-napoleon-was-attacked-rabbits.